jueves, 5 de febrero de 2009

LAGUNA RAPAGNA


UN PORTUGUES CAMINO A RAPAGNA
Se llamaba Joao, era portugués y nos contó que tres meses atrás había escalado los 6962 metros del nevado Aconcagua, el más alto de América. Todos lo miraron sorprendidos. Para muchos era la primera vez que harían una caminata exigente hasta la laguna de Rapagna a 4550 mtsm., lo que ahora parecía muy modesto en comparación con la que había hecho Joao. Su vestimenta lo decía todo, ya que cargaba todos los implementos que indica el manual para hacer trekking, en marcas europeas y relucientes. Miré con tesón mis zapatillas imitación de HI-TEC compradas en Plaza Unión que imaginariamente me decían: SI SE PUEDE.

Eran las 5:30 am. Estábamos en el kilómetro 103 de la Carretera Central, en la localidad de Río Blanco, punto de partida hacia la laguna de Rapagna. Llegamos ahí luego de pernoctar el día anterior en San Mateo de Huanchor. Recién despertábamos con la fría madrugada. El grupo se estaba presentando cuando Joao habló contó que había estado caminando por toda Sudamérica desde hace seis meses. Luego empezó a hacer las recomendaciones que les correspondía hacer a los guías de la ruta:
―Caminen despacio, sin apuro, respiren siempre por la boca, no se extralimiten y si ven que no pueden, ya no insistan. Cuando hice el Aconcagua también sentí lo mismo pero llegué. Si ustedes no pueden en esta laguna, mejor se detienen a esperar.

Joao había llegado al grupo invitado por Adriana, que se encontraba en silencio a su lado. Para ella era su primera vez en Rapagna. Luego de que se presentaron los demás, el equipo de guías avaló lo que dijo Joao, aunque un poco sorprendidos por su experiencia y por su iniciativa. Es decir, estaban picones.


Antes de iniciar la caminata, el guía Abdel hizo algunas indicaciones acerca del día:
―Muchachos, hoy haremos un recorrido de aproximadamente 8 kilómetros hasta la laguna, tramo en el cuál pasaremos de los 3600 msnm en el que nos encontrábamos en Río Blanco, hasta los 4550 msnm de la laguna. Casi mil metros. La idea no es llegar corriendo, no es una carrera. Vamos a llegar todos y en grupo. Sin embargo, como no todos caminamos a la misma velocidad, los guías se repartirán en el trayecto. Yo iré adelante y en la parte posterior, cerrando el grupo, estará Juan Carlos.

El grupo estaba conformado por 20 personas. 7 de ellas, ya habían subido a la laguna y a otros destinos más exigentes. El resto era su primer trekking exigente. Abdel continuó explicando:
―El recorrido lo haremos en dos etapas. Primero avanzaremos por el camino de herradura que sube de manera suave y prolongada. Llegaremos a una explanada donde existe un puquio. En ese lugar nos reagruparemos. Haremos un descanso para iniciar la segunda parte que tiene mayor desnivel y pide más esfuerzo. Las personas que no puedan continuar, que en la primera parte tuvieron problemas, pueden quedarse ahí a descansar y esperar que retorne el grupo de la laguna. La idea es llegar todos arriba, pero no vamos a arriesgar la salud de nadie.
―Así es muchachos, no se extralimiten ―Interrumpió Joao.

Abdel esbozó una sonrisa. Empezamos a caminar y los grupos se fueron distanciando. Eran tres grupos que caminábamos separados por unos 50 metros entre las subidas y curvas del camino de herradura. Poco a poco veíamos como el precipicio de la derecha se hacía mas profundo a medida que subíamos rodeados de flores y plantas silvestres, aves que cruzaban por nuestras cabezas y el sol que iba subiendo lentamente dejando pasar su sombra sobre los cerros y mostrándonos su brillo. Los guías se comunicaban por radio, monitoreando cada uno de los grupos. Luego de 3 horas íbamos llegando a la zona de descanso. El puquio nos recibía uno a uno para ver que en verdad lo que faltaba era aún más empinado. De pronto por la radio se escucha un llamado de Juan Carlos que venía con el último grupo:
― Joao no se siente bien, vamos a demorar en llegar.

El grupo se preocupó. Abdel fue en su búsqueda y luego de media regresó a la zona de descanso acompañando al portugués. Apenas llegó Joao, se recostó en una roca, tirando su carísima mochila en el suelo. Luego de 10 minutos le preguntaron si podría seguir.
―Claro, si yo he súbido al Aconcagua ―Dijo Joao y sacó de su mochila un álbum de fotos ―Aquí están mis fotos en el Aconcagua, ¿Quieren verlas?

Varios se acercaron a él y veían entusiasmados las fotos y como narraba el portugués su aventura en Argentina. Luego de 15 minutos más, retomamos el camino mientras en grupos comentaban sobre el Aconcagua. Este tramo si fue difícil. Los grupos se deshicieron y solo quedaron puntos individuales esparcidos en el largo y pendiente camino. Se descansaba cada 10 o máximo 20 pasos. Hacía frío a pesar del intenso sol que quemaba la piel. Arriba solo se veía una roca enorme, como una fortaleza, lo que no daba fuerzas. No había rastro de la laguna. Luego el camino se perdió y había que subir por cualquier parte empinada. Luego, al llegar a la base de las rocas con forma de fortaleza se vio un pequeño abra. Era la entrada. Ya estábamos frente a la laguna luego de varias horas de caminata, varios litros de agua y bastante cansancio. La satisfacción era única. Poco a poco llegaban los miembros del grupo, todos cansados pero felices de llegar a la meta trazada aquel día. Bajé a la orilla de la laguna para tocarla. Estaba helada y en el fondo se veían piedras filudas. Me senté en una roca a contemplar el agua y la nieve, sintiendo el viento helado en el rostro. De pronto una presencia me distrajo. Era Adriana, la pareja del portugués. Bajaba sonriendo y a pasos apurados. Se sentó a mi lado y empezó a quitarse los zapatos.
―El agua está muy helada ―le dije.
―Igual me han dado ganas de mojar mis pies ―me dijo sin perder la sonrisa―. Es un precioso lugar. Pensar que Joao me dijo que yo no iba a llegar a la laguna.
―¿Y dónde está Joao? ―le pregunté.
―Se quedó apenas comenzando el segundo tramo. Ya no podía caminar.
―¿Está muy mal?
―No te preocupes por él. Tiene su álbum de fotos del Aconcagua.

Fotografía del grupo de caminantes con la laguna Rapagna de fondo, sin la presencia de Joao.

A MODO DE TIP VIAJERO
Si quieres salir de caminata o campamento pero no tienes con quién porque tus amigos dedican sus fines de semanas a las juergas o ya se han casado, entonces puedes salir con el grupo Wayra. El Grupo Wayra está formado por caminantes y excursionistas amantes de la naturaleza y las montañas. Organizan caminatas y campamentos los fines de semana. Si te interesa, escríbeles a
grupowayra@gmail.com y ellos te enviarán su programación. También puedes visitar esta página web donde figuran fotografías de sus salidas: http://www.worldisround.com/home/grupowayra/index.html


Artículo originalmente publicado en la revista ZONA 39, Nº 39. Ver la versión impresa en el link:

UN VIAJE DENTRO DE UN VIAJE

Sentada en una piedra con un cesto de mimbre lleno de golosinas sobe las rodillas. Se llamaba Amancia y estaba esperando que los jóvenes del costado terminen de jugar fútbol para venderles gaseosas o jugos. De paso vigiliaba a su hijo que era uno de los 25 que corrían tras el balón en esa pampa de tierra y algo de verde en los lados. Vio que tenía una venda cuando me acerqué a preguntarle por la ruta al agua del cura, un lugar turístico que me dijeron en la ciudad estaba por allí. Me contó que debía seguir caminando por el sendero que sube el cerro, pero no dejaba de mirar mi brazo vendado y entonces me preguntó por mi herida y me recomendó como curarlo con unas hojas de paico y un emplaste nocturno. A partir de eso, conversamos media hora sobre el esguince de mi muñeca que ya duraba cuatro meses, sus hijos en Lima y su disgusto de viajar a visitarlos, su casa de quincha y las lluvias de septiembre, las diversas plantas curativas de la zona y muchas cosas más mientras veíamos Chachapoyas a las faldas del cerro y en la parte de atrás los muchachos seguían jugando mientras atardecía. Me despedí luego de comprarle una galleta y regresé a la ciudad. Ella seguía sentada, ahora atendiendo a los jugadores que tomaban por asalto su cesto y las bebidas. No llegué al agua del cura. De eso se trata este blog. Y en la noche, me amarré la muñeca con paico.

(Atardecer en Chachapoyas, detrás de la pampa de futbol)